Las noches de campamento de cerro colorado se caracterizaban por el constante sonido de las olas rompiendo cerca a la orilla  y el cielo completamente lleno de estrellas.

Estas noches eran aprovechadas por las patrullas para realizar caminatas nocturnas usualmente por la orilla del mar. Al encender las linternas era impactante ver sobre esta a cientos de arañas que enfocadas por la luz quedaban congeladas sin saber inicialmente que hacer lo que era aprovechado por algunos scout para cazarlas indiscriminadamente

Una de esas noches, Lucho Guzmán, quien recientemente había pasado de la patrulla cóndores a los águilas como guía, meditaba acerca de cómo hacer para que los integrantes de su nueva patrulla lo respeten y obedezcan por lo que poniéndose acuerdo con Luis Uchuya, sub guia en ese entonces, y Héctor Giraldo uno de sus scouts mayores, organizaron una caminata en dirección a la playa de los lobos.

Para ir a esa playa debían atravesar una amplia colina a la cual se debía acceder trepando una pared inclinada de rocas por lo que se aprovisionan de cuerdas y bordones.

Al llegar a la parte superior hicieron que los integrantes de la patrulla se sentaran haciendo un círculo aprovechando la iluminación de la luna llena que habia ese dia y que alumbraba todo el descampado camino. A continuación se pusieron a contar viejas historias de cosas que habían sucedido en aquel lugar en la antiguedad y pidiendoles que cierren los ojos y lleven sus manos hacia atrás, procedieron a amarrarlos diciéndoles que no se movieran ni abran los ojos pues podrían despertar viejas maldiciones de los antepasados del  lugar.

Hecho esto, Lucho les dio una reprimenda por no respetarlo y diciéndoles que se creían vivos  los abandonó juntamente con Luis Uchuya y Giraldo (o al menos eso les hizo creer) pues en realidad se ocultaron tras un pequeño cerro tras el llano.

Asustados los scouts comenzaron a gritar a todo pulmón mientras el pánico se apoderaba de ellos al creerse abandonados en medio de fantasmas del pasado al punto de todos entrar en llanto mientras los tres cómplices de este plan se retorcían de risa.

Casi una hora después de estar amarrados y litros de llanto, Lucho, saliendo de su escondite se acercó a ellos y diciéndoles que si no se portan bien vendrían castigos más severos a lo que los scouts pidiendo perdón se comprometieron a seguir las órdenes que se les impartan. Uno a unos, su guía, empezó a soltarlos y abrazarlos sintiendo el cariño y amor por esa cuadrilla de pequeños scout de los cual él era responsable y con los cuales iba a compartir inolvidables y gratos momentos que lo iban a marcar de por vida.